viernes, 24 de octubre de 2014

Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz


A la edad de 17 años, Malala Yousafzai se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz por su defensa del derecho de las mujeres en su país, Pakistán a tener acceso a la educación que puso en peligro su vida al ser atacada por los talibanes.

Como tantas otras veces, el premio conferido abre el debate político sobre la relevancia de su trabajo como contribución a la paz y sobre el contenido político de estas decisiones del Comité Nobel.

Pese a ello, la acción por pequeña que sea valorada en el contexto mundial le da relevancia a la lucha por el derecho a la educación en lugares en el que este derecho sigue siendo un privilegio excluyente por diversas razones.

El País realizó una reseña de la biografia de Malala, Premio Nobel de Paz 2014:

En octubre de 2012 los talibanes le metieron una bala en la cabeza pero no lograron callarla. Malala Yousafzai defendía la escolarización de las mujeres en su país, Pakistán, y sigue alzando la voz en favor del derecho de todos los niños (y sobre todo niñas) a la educación. Su lucha y coraje han sido reconocidos con el Nobel de la Paz, un galardón que comparte con el activista indio Kaliash Satyarthi (de enorme mérito también, y parece como si el Comité noruego hubiera querido preservar un equilibrio geopolítico y abrazar a India y Pakistán, dos potencias nucleares enfrentadas desde hace décadas por la región de Cachemira).
Convertida a sus 17 años en la galardonada más joven de los Nobel, Malala comenzó su batalla contra la represión de los talibanes a los 11 años, cuando en un blog de la BBC en urdu iba relatando paso a paso cómo los integristas insultaban a las niñas que iban a la escuela y las amenazaban con acabar en el infierno.
La joven, que vive en Birmingham (Inglaterra), recuerda en su libro de memorias (Malala. Mi historia, Alianza), cómo empezó todo. “Hace mucho tiempo casi me mataron, simplemente por defender mi derecho a ir a la escuela. Era un día como muchos otros. Yo tenía 15 años, estaba en noveno curso y la noche anterior me había quedado demasiado tiempo levantada estudiando para un examen”. Los talibanes le dispararon en el autobús en el que se dirigía a su casa. Desde entonces se ha convertido en un símbolo mundial demostrando que los terroristas temen más a una niña con un libro que a un ejército. Su lema bien podría ser una frase que no se cansa de repetir: “Un bolígrafo puede cambiar el mundo”.
Malala estuvo ya el año pasado en las quinielas, pero finalmente el Nobel se lo llevó la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas. En esta edición se ha impuesto a rivales tan carismáticos como el papa Francisco, y comparte honores con Kailash Satyarthi, un ingeniero informático que desde hace casi tres décadas denuncia sin descanso a las empresas que explotan a los niños.
El Nobel ha unido así a un hindú y una musulmana; a un indio y una paquistaní. Un logro diplomático.

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